Ahab y San Sabino

lunes, 6 de abril de 2009

Pero antes de irse a dormir volvieron a charlar un rato, a pesar de que Ahab se había puesto a afilar su puñal en cuanto San Sabino había puesto los pies en su casa. Convencido de que el mundo era un reflejo de sí mismo, decidió desafiarle, y le preguntó: »—Si ahora entrase la prostituta más bella que ronda por el pueblo, ¿te sería posible pensar que no es bella y seductora? »—No. Pero conseguiría controlarme —respondió el santo. »—Si te ofreciera muchas monedas de oro para que dejaras la montaña y te unieras a nosotros, ¿te sería posible mirarlas como si fueran piedras? —No. Pero conseguiría controlarme. »—Si vinieran a verte dos hermanos, uno que te detesta y otro que te considera un santo, ¿te sería posible pensar que los dos son iguales? »—Aunque me hiciera sufrir, conseguiría controlarme y los trataría a los dos de la misma manera. Sabino y Ahab tenían los mismos instintos; el Bien y el Mal luchaban por ellos, como luchaban por todas las almas de la Tierra. Cuando Ahab comprendió que Sabino era igual que él, también comprendió que él era igual que Sabino. Todo era una cuestión de control. Y de elección. Nada más.

El demonio y la señorita Prym.
P.Coelho

Por aquellas cosas que parecen fáciles de comprender, que están enfrente de nosotros, pero al parecer la mayoría ignoramos.

Ese fue el último libro que leí de Coelho y que leeré en vista de lo predecible que me he vuelto a sus textos.

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